Contacto Vídeos Arte Escritos Artículos Home

La Experiencia del Círculo

Artículo de Dan Varllej / © 2012

La relación-conexión entre el Mandala y el círculo es la más indiscutible y clara relación-conexión que podemos apreciar entre este “Arte-Fenómeno” y la Geometría. Creo interesante e importante reflexionar sobre este punto, que a menudo posiblemente es trivializado para prestar más atención a otros aspectos, como son los colores, las formas y símbolos, las interpretaciones psicológicas, o las relaciones de los mandalas con la espiritualidad entre muchos otros.

El Círculo ha fascinado a sabios de todos los tiempos. En él encontramos un conjunto de puntos indistinguibles entre sí, ya que todos tienen el mismo entorno, a uno y otro lado, enfrente y “la nada” detrás; y todos se encuentran a la misma distancia de un punto llamado centro, común a todos ellos.

Imaginar el paisaje que se puede contemplar situándonos en un punto cualquiera de un círculo, en un universo imaginario en el que sólo está este círculo y nuestra observación; este es un ejercicio de abstracción tan estimulante como revelador de ante “Quien?” nos encontramos. Si miramos hacia arriba o abajo contemplamos la nada, si miramos hacia el exterior del círculo vemos la nada, y si miramos hacia el interior del círculo observamos un "paisaje de puntos" desde los cuales nos pueden estar contemplando a nosotros exacta e indistinguiblemente como lo estamos haciendo nosotros. Si nuestro universo es tridimensional encontraremos una infinita variedad de paisajes distintos que se forman por efecto de la perspectiva en función del ángulo en el cual efectuemos la observación. Si nuestro universo es bidimensional, el círculo se encuentra inserto en el mismo plano que nosotros y ya no existe arriba ni abajo, si no sólo delante y detrás, izquierda y derecha, y el paisaje de observación hacia el interior del círculo seria único.

Es curioso como todos podemos desarrollar intuitivamente este concepto, pero más difícilmente construir un círculo físicamente, y más aún, desarrollar un criterio con el cual dibujarlo.

El círculo es un objeto cerrado, pero en su geometría se encuentra el número π (Pi), un número de infinitas cifras decimales, inconmensurable, un tipo de número llamado irracional debido a que no es expresable como cociente de dos enteros. Este hecho sorprende a la mente, pues algo cerrado como el círculo resulta que “contiene” de alguna manera, algo infinito, inconmensurable, que es el número π. Tenemos las conocidas expresiones que relacionan el número π con los valores de las dimensiones naturales del círculo, que son su radio r, su longitud L y su área A:

L = 2·π·r , A = π·r2 , donde π = 3,14159265358979323846264...

El círculo establece una primera y arquetípica división del espacio al delimitar una región concreta, como la primera delimitación del espacio celular. Este hecho entronca necesariamente con el concepto de Espacio Sagrado, aquella superficie o volumen que por razones de un tipo u otro es “especial” o deviene especial mediante algún tipo de tratamiento que concreta cierta realidad en el lugar. Trabajar, manejar y contemplar el Círculo (y mandalas o mandalidades) parece pues que nos provee de una relación conceptual “de base” en el plano geométrico, a la vez que “arquetípica” con el ente llamado Espacio.

Una superficie plana como un terreno o un lienzo son “espacios bidimensionales” en los que podemos construir mandalas y reflejar todo tipo de operaciones simbólicas; su eficiencia es notoria, y nada más hay que examinar la riqueza en el empleo que le damos no sólo en el arte, pues la publicidad, la ciencia y, la información en general, básicamente las “servimos” en forma bidimensional.

El interior de un templo u otro edificio, o una cueva, el volumen total que delimitan es un “espacio tridimensional”, en el cual se pueden hacer mandalas también, claro (esta vez también los podemos hacer en la pared), pero además, aqui también se realizan rituales, actos públicos, o expediciones; en estos espacios podemos alojar esculturas y desplazarnos por su interior con más posibilidades, podemos hacerlo corporalmente, físicamente, pues encontramos escaleras, estancias, pisos, distancias en diferentes direcciones, etc. En el caso bidimensional este tipo de “adentramiento” en el espacio era visual y conceptual; es cierto que podemos experimentar sensación se atracción hacia un ente bidimensional (como un óleo), como también distancia, indiferencia o incluso repulsión, pero cuando estamos en 3-D la interacción es más holística. En ambos casos estamos experimentando una “vivencia del espacio y de la forma”; el contexto bidimensional nos ofrece una experiencia contemplativa muy inmediata, clara y general, dado que tenemos toda la geometría del mandala enfrente; en el espacio tridimensional la vivencia es más rica y compleja, precisa más de nuestra orientación y voluntad.

Como seres físicamente tridimensionales accedemos a la visión de “lo plano” de una manera fácil y comprensible, puede que según la forma observada haya que fijarse para captar la idea que representa, pero “está enfrente”, “se ofrece”, lo que hay que entender como una oportunidad de conocimiento, una experiencia que comienza en la “tensión explosiva” contenida en el “Punto a-dimensional” y que da lugar al Círculo, una experiencia que hemos descrito algo más arriba y que, como vemos, según como se examine, no es nada trivial.

En los espacios tridimensionales las cosas ya se nos complican un poco más, pues cada área posible contenida en ellos ofrece la experiencia de lo bidimensional que ya hemos mencionado, sólo que ahora, unas formas cubren u ocultan otras, la perspectiva resulta importante, este espacio ya no ofrece todas sus facetas directamente, es una experiencia más basta. Sería necesario ser “seres tetra-dimensionales” para poder captar de “una sola vez” todos los puntos de una forma tridimensional como nos ocurre con la visión de una forma plana, como puede ser una mandalidad, pudiendo generalizar esta circunstancia a las dimensiones que se deseen valorar.

Aunque no lo hayamos mencionado hasta ahora, tampoco hay que pensar que la experiencia de “lo unidimensional” resulta, a la vista de lo que hemos descrito, ninguna trivialidad; lejos está de ello la simple reducción de los objetos a “punto” y “segmento de línea”. Para ilustrarlo remito al lector al examen de los objetos conocidos como “Polvos de Cantor” o “Conjuntos de Cantor”, entes que si bien esbozan sus estructuras en espacios unidimensionales, llegan a mostrar (matemáticamente) su condición no-unidimensional, parecido a lo que ocurre con la “Isla de Von Koch”; sin embargo, a pesar de no ser objetos esencialmente unidimensionales, merecen ser mencionados en este contexto como experiencias “nada triviales” de “lo unidimensional”. Recordemos que el Círculo es un ente geométrico unidimensional, y todo lo que estamos diciendo se inspira en él.

Al principio de este apartado hemos dicho “Quién es” para referirnos al círculo también. Kandinsky consideró en sus reflexiones sobre el Arte Abstracto la posibilidad de conciencia en “el punto”, insinuándose también este estatus existencial para “la forma”, hija de “la línea” como el Círculo; y en absoluto se cae por ello en disparate alguno teniendo en cuenta que con ello considera la teoría del Hilozoísmo en el arte, antigua doctrina de la Escuela Jónica según la cual todo ente tiene vida (resumidamente), un asunto filosófico discutido y estudiado a lo largo de toda la historia.

Aunque no desarrollo el particular en este escrito, me sumo a ello en el terreno Mandalidad; he defendido ya la teoría del Hilozoísmo en otros ámbitos y escritos, y de ahí la mención de “Quien” en el comentario observacional del círculo, parte de lo que llamo la “Experiencia del Círculo”. Si alguien duda o desea vivir esta experiencia simplemente puede tomar un círculo, contemplar y ... opinar. Es interesante notar la condición de “vivo” (a su manera y en su contexto pero indudablemente), que se atribuye a los yantras en el tantrismo; aunque los conceptos varíen podemos mirar los yantras también como objetos artísticos emparentados con los mandalas y con las mandalidades, con lo que el paralelismo con las consideraciones de Kandinsky, uno de los grandes del arte, creo es profundo e infunde no sólo cierta constatación de la realidad de la experiencia del círculo, sino también un respeto y fascinación por ello.

Por las razones que sean, por lo general en el entorno Mandalidad, que es un contexto artístico y vivencial, es el Círculo el ente arquetípico, además de geométrico, con el que comienza la experiencia del mandala y de la mandalidad; y quizás sea lo que nuestro estadio evolutivo actual nos ofrece, pues lo que es verdaderamente el círculo, o quién es quizás, creo que continuará siendo un misterio hasta cierto punto inalcanzable:

- En la antigüedad se llegó a considerar la más perfecta y bella de las formas posibles; o sea que su conocimiento ya constituía una verdadera experiencia artística e intelectual.

- El mismo Kandinsky, expresa similares aprecios por el círculo, y se encuentra profusamente en sus dibujos abstractos, como también el cuadrado (tableros de ajedrez), que es otro ente arquetípico.

- Actualmente π continúa guardando sus secretos, y con ello el Círculo, lo que implica una experiencia intelectual, aunque puramente matemática, para los especialistas.

Sin embargo, esta “sencilla” figura es siempre accesible y comprensible, se puede decir que “es para todos”, y de ahí que el mandala sea una forma de arte tan accesible a las personas que lo desean, sea para colorear o contemplar su belleza; la soledad de un círculo invita a la observación tranquila, porque “tiene algo”, lo que sea que está más allá de lo matemático o intelectual, incluso más allá de lo artístico quizás.

La tradición del mandala y el fenómeno mandala de la actualidad nos invitan a “poblar el círculo” personalmente, sin connotaciones intelectuales ni filosóficas; se podría objetar que quizás “encubre” al círculo en realidad, aleja la percepción de su esencia y su belleza, pero yo diría que en realidad lo que hace es que la experiencia del círculo pueda ser no sólo accesible sino verdaderamente personal e incluso íntima; el mandala es un medio por el cual “quien quiera que sea el círculo” se acerca a nosotros, adaptándose a nuestras capacidades y condiciones actuales (también las del pasado, a lo largo de la historia), haciéndose aceptable en cualquier ámbito y para todo el mundo al margen de cualquier consideración intelectual.

Artículo de Dan Varllej
Prohibida su copia
Todos los derechos reservados
Título: "La experiencia del círculo"
© 2012 Dan Varllej

• © Dan Varllej • www.danvarllej.com • Aviso Legal